SFN | Educación
A puertas de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP16), el compromiso de Bogotá con la educación ambiental se ha fortalecido a través de proyectos que vinculan el pensamiento crítico y el conocimiento científico. La Secretaría de Educación ha impulsado iniciativas que buscan, más allá de las aulas, transformar la conciencia ambiental de los estudiantes y su comunidad. Un claro ejemplo de ello es el trabajo que, desde hace más de una década, desarrollan los estudiantes del Colegio Distrital José Félix Restrepo en la cuenca del río Fucha, un afluente crucial para la ciudad que atraviesa cinco localidades y que ha sido gravemente afectado por la contaminación.
Un proyecto comunitario de impacto ambiental
En la parte alta de la localidad de San Cristóbal, en el borde oriental de Bogotá, los estudiantes, docentes y vecinos del Colegio José Félix Restrepo trabajan desde el año 2013 en el proyecto “Ecologismo colectivo ambiental”. Este nació como una respuesta a las constantes caminatas por la ronda del río Fucha, donde se evidenció la acumulación de basura y el deterioro del ecosistema. El proyecto ha logrado recolectar más de cuatro toneladas de residuos y sembrar árboles, lo que ha revitalizado un espacio que no solo es de contemplación, sino que juega un papel crucial en el sistema ecológico de la ciudad.
“El trabajo de los estudiantes va más allá de cumplir con un servicio social, buscamos que ellos sean motores de cambio en sus familias y en su entorno. Que desde tempranas experiencias con la naturaleza desarrollen una sensibilidad que los impulse a actuar frente a los problemas medioambientales”, afirma Jimmy Giraldo, rector del colegio. La visión de Giraldo refleja la importancia de formar a las nuevas generaciones para que entiendan su entorno y actúen con responsabilidad y compromiso. La crisis hídrica global, agravada por el cambio climático, hace urgente que la educación no solo se enfoque en lo académico, sino en fomentar un respeto profundo por los recursos naturales.
Fortalecer la conciencia ambiental desde la educación
Este tipo de proyectos no son casos aislados. La Secretaría de Educación de Bogotá ha establecido por ley que todos los colegios deben contar con un Proyecto Ambiental Escolar (PRAE), que permita a los estudiantes analizar y comprender las problemáticas ambientales tanto locales como globales, y proponer soluciones que respondan a estas realidades. “Los niños, niñas y adolescentes tienen una sensibilidad especial por la naturaleza, y si logramos canalizar ese interés más allá de una nota o una clase, podemos fomentar un verdadero cambio. La pregunta es cómo lograr que el conocimiento científico y la educación ambiental se integren de manera profunda en la vida de los estudiantes”, comenta Julia Rubiano, subsecretaria de Calidad y Pertinencia de la Secretaría de Educación.
En este sentido, la educación STEM (siglas en inglés de Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) ha ganado relevancia. Esta metodología promueve el aprendizaje integral y activo en diversas áreas del conocimiento, permitiendo que los estudiantes no solo comprendan su entorno, sino que también puedan responder a los desafíos que enfrentan sus comunidades desde una perspectiva científica. “Queremos que los estudiantes no solo sepan qué es el cambio climático, sino que entiendan por qué ocurre, cómo se relaciona con fenómenos locales como la sequía o la contaminación del agua, y qué pueden hacer ellos desde su entorno para mitigar sus efectos”, explica Rubiano.
Olimpiadas STEM: educación para el cambio climático
Como parte de las estrategias educativas para enfrentar el cambio climático, la Secretaría de Educación, en alianza con el Instituto UNNO, pionero del aprendizaje STEM en Colombia, ha lanzado las Olimpiadas STEM 2024. Este evento busca fortalecer las competencias en ciencias y matemáticas de estudiantes de 220 colegios distritales, 11 de ellos ubicados en zonas rurales. Las olimpiadas están divididas en cinco categorías, según la edad de los estudiantes, abarcando desde biodiversidad hasta adaptación al cambio climático.
“Este tipo de eventos son esenciales para despertar vocaciones científicas en los estudiantes y capacitarlos para enfrentar los desafíos ambientales que se avecinan. No se trata solo de tener mejores resultados académicos, sino de generar un impacto real en la sociedad a través de proyectos que aborden los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en este caso, el número 13, relacionado con la acción por el clima”, comenta Nancy Carrillo, coordinadora general de las Olimpiadas STEM.
El poder de la acción comunitaria
Otra iniciativa destacada es la del Colegio Distrital Abel Rodríguez Céspedes, en la localidad de Engativá, donde los estudiantes han desarrollado el proyecto “La huerta de Abelito”, un laboratorio vivo para el aprendizaje significativo. Esta huerta, ubicada en la terraza del colegio, ha permitido que los estudiantes integren conocimientos de diversas áreas, como matemáticas, tecnología y ciencias, para aprender sobre biodiversidad, botánica, taxonomía y la importancia del suelo en la producción de alimentos.
“La idea es que estas dinámicas se repliquen en los hogares de los estudiantes, permitiendo que sus familias también aprendan a cultivar ciertos alimentos de manera autónoma, sin depender de la producción industrial. Este tipo de iniciativas permiten abordar el cambio climático desde una perspectiva multidisciplinaria y fortalecer la soberanía alimentaria en las comunidades”, afirma Luz Amanda Álvarez, docente líder del proyecto.
A través de estas experiencias educativas, la Secretaría de Educación busca que los estudiantes adquieran una comprensión profunda de los problemas ambientales y sociales que afectan a sus comunidades, y que desarrollen soluciones sostenibles basadas en el conocimiento y la acción responsable.
Desafíos y oportunidades
Aunque los proyectos educativos enfocados en el cambio climático han avanzado en Bogotá, aún existen desafíos. La inseguridad en algunas zonas, como el humedal Jaboque, donde el Colegio Abel Rodríguez Céspedes realiza parte de sus investigaciones, frena en ocasiones las iniciativas. Sin embargo, el compromiso de los docentes y estudiantes por continuar el trabajo de campo es firme. “Queremos que los estudiantes no solo estudien en el aula, sino que interactúen directamente con los ecosistemas que tienen a su alrededor, que realicen investigaciones en el humedal, que estudien el suelo, la fauna y las especies invasoras. Es fundamental generar un cambio en la percepción y el cuidado del medioambiente desde lo local”, señala Álvarez.
En definitiva, la educación ambiental en Bogotá está alineada con las grandes discusiones globales que se abordarán en la COP16. Formar a jóvenes con pensamiento crítico, capaces de entender y actuar frente a los problemas medioambientales, es una apuesta a largo plazo que la Secretaría de Educación busca consolidar.
Como lo menciona Nancy Carrillo, coordinadora de las Olimpiadas STEM, “Las generaciones venideras tendrán que asumir con decisión los desafíos inaplazables del cambio climático. Solo formando estudiantes conscientes de su entorno, que lleven el pensamiento crítico más allá de las aulas y que se conviertan en agentes de cambio en sus familias y comunidades, podremos generar soluciones sostenibles”.
Resumen de agencias. Fuente: El Espectador





